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Archivo para lunes, 25 de abril de 2011

La visión de la realidad (sexta entrega)

lunes, 25 de abril de 2011

Por Héctor A. Faga

La percepción de la realidad

Después de haber “jugado” con algunas imágenes, se impone una serie de preguntas -al estilo Socrático- como las siguientes:

Con tanta diversidad de contenidos, ¿cómo es posible tener una apropiada visión de la realidad?

Y si la realidad es tan compleja, ¿qué tenemos que hacer para, en primer lugar, aprehenderla, y luego, manejarla (si fuera posible hacerlo)?

Una respuesta inicial a ambas preguntas es que debemos reconocer algunas de las características esenciales de la realidad que nos permitan enfrentarnos a ella.

Y para comenzar con ese reconocimiento debemos preguntarnos una vez más: ¿Cuántas realidades entran en una misma realidad?

Porque la realidad no es siempre la misma, sino que está en permanentemente cambio.

Como solía decir Heráclito de Éfeso, filósofo griego del siglo VI A.C.: “Ningún hombre pone dos veces los pies en el mismo río. Porque ni el río es el mismo, ni el hombre es el mismo”.

Heráclito ponía sobre la mesa el concepto del fluir de los acontecimientos, concepto que resalta la importancia de darse cuenta de la evolución que éstos tienen para valorar el “status” de la realidad en cada momento determinado.

Por otra parte, dado que la realidad siempre presenta más de una cara, para conocerla en su totalidad siempre hace falta más de una persona, lo que enfatiza la necesidad de contar con los demás para lograr una percepción total de dicha realidad (recuérdese “La manzana y los dos observadores”).

Aunque esto último no es tan sencillo, debido a la actitud generalmente egocéntrica del ser humano, que puede expresarse en frases como las siguientes: “La vida es un archipiélago en el que todos somos islas” (cita del autor), y “La gente se siente sola porque construye muros en lugar de tender puentes” (Constancio C. Vigil).

En esta búsqueda de la complementariedad para observar y aprehender la realidad, continuamos con la mayéutica Socrática de hacer preguntas para motivarnos al aprendizaje.

Nuevas preguntas son entonces: ¿Cómo mejorar nuestra visión de la realidad? y ¿Cómo podemos enfrentar una realidad en permanente cambio?

Y la respuesta para ambas preguntas es: Cambiando a su vez nosotros mismos de actitud, modificando nuestra conducta, que es el modo de ejercitar el aprendizaje.

Lo que significa abandonar el “yoísmo” y comenzar a mirar a los demás, desde los demás y a través de los demás.

Para lograrlo, debemos saber que todos los individuos tomamos contacto con la realidad de un modo particular, que está determinado por el formato que tiene nuestra percepción, el que siguiendo los preceptos de la Programación Neuro Lingüística (PNL), puede ser visual, auditivo o kinestésico (y en general, una mezcla de ellos).

Todas las personas percibimos con todos nuestros sentidos, pero usando algunos de ellos más que otros.

Por ello, no hay nadie que sea totalmente visual o completamente auditivo o kinestésico, sino que en general usamos un sentido prevaleciente y lo confirmamos con alguno de los otros sentidos.

Otro cuento de Anthony de Mello nos servirá para matizar la exposición y al mismo tiempo ejemplificar esta temática.

Cuenta De Mello: “En la sección de alimentación de un supermercado se encontraba una mujer inclinada, mientras escogía unos tomates. En aquel momento sintió un agudo dolor en la espalda, se quedó inmóvil y lanzó un chillido. Otra clienta, que se encontraba muy cerca, se inclinó sobre ella con gesto de complicidad y le dijo: “Si cree usted que los tomates están caros, aguarde a ver el precio del pescado…”.

Y de Mello termina preguntando: ¿Qué es lo que te hace reaccionar: la Realidad o lo que tú supones sobre ella?

Buena pregunta, ¿verdad?

Las suposiciones a su vez están condicionadas por el entorno en el que los hechos se producen y es por ello que no todas las cuestiones tienen el mismo valor en diferentes circunstancias de tiempo y lugar.

Veamos si no la propuesta siguiente que procede del saber popular y que se llama El valor del tiempo:

  • “Para darse cuenta del valor de un año, debemos preguntarle a un estudiante que ha fallado en un examen final.
  • Para darse cuenta del valor de un mes, debemos preguntarle a una madre que ha dado a luz a un bebe prematuro.
  • Para darse cuenta del valor de una semana, debemos preguntarle al editor de un diario semanal.
  • Para darse cuenta del valor de una hora, debemos preguntarle a los novios que esperan para verse.
  • Para darse cuenta del valor de un minuto, debemos preguntarle a una persona que ha perdido el tren, el autobús o el avión.
  • Para darse cuenta del valor de un segundo, debemos preguntarle a una persona que ha sobrevivido a un accidente.
  • Para darse cuenta del valor de un milisegundo, debemos preguntarle a la persona que ha ganado una medalla de plata en las olimpiadas.
  • El tiempo no espera para ninguno. Atesora cada momento que tengas. Lo atesoras más cuando puedes compartirlo con alguien especial”.

Para explicar su Teoría de la relatividad, Albert Einstein utilizó la siguiente metáfora: “Cuando te sientas con una hermosa chica por dos horas, parece como si hubieran pasado dos minutos. Cuando te sientas en una estufa caliente por dos minutos, parecen como si hubieran pasado dos horas. ¡Eso es la Relatividad!”.

Así como, dependiendo de las circunstancias, tampoco tienen el mismo valor las distintas habilidades que cada uno posee.

Para desafiar esta afirmación les pregunto: ¿Qué les sugiere la siguiente frase?: “El coro de ciegos: Ellos no ven lo que usted está viendo, pero sienten lo que usted está sintiendo”.

¿Cómo perciben ustedes la realidad, a través de qué sentidos?

Porque si bien la ceguera es una discapacidad, existen otras discapacidades menos evidentes pero que cotidianamente nos condicionan, ya que como decía una conocida publicidad vigente hace algún tiempo en la Argentina, “la discapacidad depende de las reglas de juego”.

Y es así como alguien con todos sus sentidos intactos pueden estar más ajeno a la realidad que aquel que por haber perdido alguno ha logrado agudizar sus otros sentidos y estar más atentos aún.

(continúa)

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