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Archivo para viernes, 22 de julio de 2011

El Cambio (primera entrega)

viernes, 22 de julio de 2011

Por Héctor A. Faga

Hasta ahora hemos transitado por la temática de la visión de la realidad, para lo cual vimos una serie de imágenes paradójicas que ilustraron lo que quisimos expresar en la narración.

Ahora vamos a introducirnos en la temática del cambio, para lo cual haremos algo de historia, de forma de fijar una base al razonamiento temático.

La realidad está en permanente cambio

A fines del siglo VI, por el año 500 A.C. se producen en Grecia las dos respuestas al problema metafísico, a la cuestión de la materia primordial.

Estas respuestas están vinculadas a Heráclito de Efeso y Parménides de Elea.

Ambos filósofos se preguntaban por la definición de lo único y permanente, lo que está detrás de lo diverso y cambiante.

Para ellos, el conocimiento sensible no era el conocimiento destinado a proporcionar la verdad, porque los sentidos no eran testimonio fidedigno de verdad y realidad.

Para Heráclito la concepción del ser tiene que ver con el devenir.

Lo concibe de tal modo que hace de él lo que es, el verdadero ser.

Heráclito es considerado oscuro, primero por el estilo sentencioso en que nos llegaron sus fragmentos y también por la escasez de los mismos.

Dice que la realidad es fluyente (la frase la recibimos de Platón, que lo conoció), es esencialmente flujo, y en ese devenir consiste el ser.

Él no afirmó que la realidad está constituida por multitud de cosas diversas que cambian constantemente (Thales de Mileto ya había superado ese concepto).

Para Heráclito, el devenir de todas las cosas está sometido a una ley única y permanente.

El ser no consiste en esa suma de cosas que devienen, sino en el mecanismo en cuya virtud todo deviene.

Heráclito concibe que cada cosa es lo que es por un equilibrio entre contrarios, que inmediatamente se rompe a favor de uno u otro.

Dijo Heráclito: “Ningún hombre pone dos veces los pies en el mismo río, porque ni el hombre es el mismo ni el río es el mismo”.

Y agregó: “Lo único permanente es el cambio”.

Es “una armonía de tensiones opuestas, como la del arco y la flecha”.

La tensión del arco se logra por la oposición de éste y la flecha.

Otro fragmento célebre dice que la lucha es la ley del mundo, la guerra la madre y señora de todas las cosas.

Por supuesto, se refiere a la guerra metafísica, ley única y permanente de todo devenir.

Es una armonía que llama a veces divinidad.

Haciendo una aplicación no filosófica del pensamiento de Heráclito a la cosa cotidiana, podemos aplicar estas frases a la realidad.

Ni el río ni el hombre son los mismos, porque el devenir los ha cambiado.

Es decir, que implica que permanentemente, tanto las personas como el entorno, estamos cambiando.

Parménides, por su parte, que se oponía a Heráclito, pensaba que sólo es lo que puede ser racionalmente pensado, y lo que no, no es.

Pareciera plantear la disyuntiva entre lo lleno y lo vacío.

Los atributos del ser son: es algo increado; indestructible; indivisible; inmóvil.

Por lo tanto el ser es uno y compacto.

Las cosas que llenan nuestro mundo sensible, que están en constante cambio, son apariencias, ilusiones, porque fuera del ser increado, indestructible, no se puede pensar lo contrario.

La diferencia y el cambio son imposibles.

Si bien Heráclito fue refutado por Parménides, esta idea del cambio permanente ha llegado hasta nuestros días.

Y hoy más que nunca es visible a nuestros ojos que el cambio es permanente.

Basta para ello mirar a nuestro alrededor y a nuestra historia reciente.

Escuchemos y veamos a continuación la hermosa canción de Julio Numhauser qué nos cantaba Mercedes Sosa hace algún tiempo y reflexionemos sobre los contenidos del cambio que nos presenta.

 

(continúa)

 

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